Greta Alfaro
Una minuciosa escenografía en la que todo, hasta el más mínimo detalle, parece estar rigurosamente calibrado. Tal vez una oficina a principios del siglo XX, o quizá un suntuoso banquete en medio de un paisaje montañoso y solitario. Un plano secuencia de final imprevisible, un devenir de los acontecimientos que escapa tanto al control de la autora como al de los propios espectadores. La obra de Greta Alfaro pone en relación, de un modo indirecto pero contundente, todos aquellos dualismos que habitan nuestra cotidianidad: lo público y lo privado, el colonialismo y la libertad, el caos y el orden, lo natural y lo artificial, lo efímero y lo perdurable, la vida y la muerte.
Los buitres que invaden el banquete de In Ictu Oculi (2009) irrumpen en una escena idílica devorando con voracidad los alimentos y demoliendo sin piedad las expectativas del espectador. No en vano, son animales carroñeros que, de manera inevitable, nos remiten a la muerte. Esta inquietante secuencia nos retrotrae a las pinturas del siglo XVII; una vanitas que en lugar de exhibirse en un lienzo se proyecta en una pantalla, recordándonos con dolorosa eficacia la fugacidad de la vida y la imposibilidad de evitar una degradación –moral, social, física y psicológica– inminente. De un modo similar, en In Praise of the Beast (2009) son unos jabalíes los que surgen en medio de una solitaria escena nocturna para engullir un enorme pastel, tras el pertinente ritual de acercamiento e inspección. La desconfianza inicial dará paso a un grotesco festín y la naturaleza mostrará su supremacía frente a las imposiciones y normas sociales.
En esta suerte de díptico, el comportamiento de las bestias es impredecible, del mismo modo que impredecible es el caos que se cierne sobre nuestras vidas, aun a pesar de nuestra lucha constante por tratar de instaurar ese orden inalcanzable. Greta Alfaro coloca la cámara a una distancia prudencial y se oculta. La paciente espera tiene como recompensa la belleza de un acto violento por lo que de natural hay en él. Dejar a un lado las normas de etiqueta y ser conscientes de que las celebraciones colectivas en torno a una mesa pueden a menudo ocultar otras finalidades que las del mero festejo.
Y si buitres y jabalíes son los protagonistas de In Ictu Oculi e In Praise of the Beast, en A Very Crafty and Tricky Contrivance (2012) las ratas son las que habitan una oficina de la planta baja del edificio londinense Fish and Coal. La autora coloca la cámara en el cuerpo de una de ellas. El animal se mueve inquieto, se oculta entre los papeles, reaparece y se acerca de forma paulatina a los trabajadores que, impertérritos, continúan con sus alienantes tareas burocráticas. La ambientación nos traslada a principios del siglo XX. Vemos una sociedad que ignora sus miedos y miserias, que barre la podredumbre debajo de la alfombra y gira la cabeza hacia otro lado para no ver lo que no le interesa. Puede que haya pasado el tiempo, pero quizá no hemos cambiado tanto. El actual declive de la civilización industrial y el ocaso del capitalismo tienen como escenario una sociedad extremadamente jerarquizada en la que cada actor tiene asignado su papel, siendo la mayoría de personajes meros figurantes cuya función es disimular ante la ineludible catástrofe, lamentándose tan solo cuando nadie les observa.
También en una oficina sucede la acción de European Dark Room (2010). Una oficina solitaria que se ha visto despojada de su utilidad al estar completamente cubierta de una sustancia sin identificar. La cámara no se mueve; es el espacio el que muta. La sustancia se derrite al igual que el tiempo degrada los objetos. Los 400 kilogramos de chocolate que utilizó Alfaro para recubrir la oficina de European Dark Room aluden de un modo sutil al colonialismo, ubicando la obra en un entorno –el de la oficina– en el que las jerarquías constriñen la libertad y las burocracias no siempre facilitan el progreso.
Marla Jacarilla (artista visual y escritora)